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El Médico que dio su vida por las Madres

Museo del Dr. Semmelweis

Se le conoce como "el Salvador de las Madres" y literalmente dio su vida por su trabajo. El doctor Semmelweis fue otro de esos visionarios que tuvo que sufrir el rechazo de sus colegas y el abandono de una sociedad científica que no comprendió hasta años después la razón de sus hipótesis deductivas.

A mediados del siglo XIX ser madre podía considerarse una actividad de alto riesgo, incluso en los hospitales más avanzados de Europa más del 20% de las mujeres que daban a luz morían a los pocos días de un cuadro conocido como fiebre puerperal. Desde años antes se postulaban teorías acerca de esta misteriosa enfermedad que se llevaba a un tercio de las parturientas, pero nadie lograría entender la obsesión de Ignacio Felipe Semmelweis hasta que Louis Pasteur no postulase su teoría microbiana.

En 1842, recién doctorado en Obstetricia es nombrado ayudante del Dr. Klein en una de las salas del Hospicio General de Viena. Allí comenzaría una obsesión que le acabaría costando la vida. Se convierte en un resignado testigo de la pasividad de sus colegas y profesores ante la fiebre puerperal y descubre que las tasas de mortalidad aumentan drásticamente en las salas atendidas por estudiantes de Medicina tras sus sesiones de anatomía.

La observación de cómo varían las tasas de mortalidad en función de la presencia o no de los estudiantes le lleva a formular una teoría. Los alumnos deben transportar alguna especie de materia putrefacta desde los cadáveres que diseccionan en sus lecciones de anatomía hasta las mujeres a las que atienden en el parto. Sin embargo no consigue convencer a Klein de sus hipótesis. En 1846 decide, en contra de la voluntad del Dr. Klein, instalar un lavabo a la entrada de las salas de partos para obligar a los estudiantes a lavarse antes de examinar a las embarazas. Unos días después será despedido.

Pasan dos meses y un profesor de anatomía muere tras un cuadro muy parecido al de las fiebres puerperales desencadenado después de haberse hecho una herida durante una disección. Para Semmelweis es la prueba definitiva, de modo que en cuanto es readmitido en el segundo pabellón de Maternidad del Hospicio General de Viena no duda en poner una vez más a prueba sus teorías con el apoyo de su nuevo jefe, el Dr. Bratch. En esta ocasión obligará a los estudiantes a lavarse las manos con una solución de cloruro cálcico. Las muertes caerán del 27 al 12% de forma inmediata.

El doctor Semmelweis en una serie de 1995

Con estos resultados y habiendo realizado un exhaustivo análisis de los datos históricos del hospicio extiende el lavado de manos con cloruro cálcico a cualquiera que vaya a examinar a una mujer embarazada. Las muertes se desploman hasta el 0,23% sin que ningún otro factor pueda explicarlo. Pero esto no es suficiente para sus colegas.

Los egos, las envidias y la vanidad de los cirujanos y obstetras más reconocidos de Europa hacen que sus estudios sean rechazados acusándolo incluso de falsear los datos. Pese al apoyo inicial de cinco de sus colegas en el Hospicio, finalmente es despedido por segunda vez a instancia del Dr. Klein. Denostado por sus iguales, vuelve a su ciudad natal donde meses después lo encontrarán rodeado de miseria, hambruna y con dos miembros fracturados. Con la ayuda de su amigo el Dr. Markusovsky empezará a trabajar en Budapest donde llega a ser nombrado profesor en 1856, momento en el que la mortalidad por sepsis puerperal prácticamente desaparece.

Sin embargo no acaba aquí su lucha, afectado por la situación comienza a librar su personal venganza contra los colegas que le han menospreciado durante años. Llega incluso a enviar una carta a todos ellos llamándolos asesinos y a pegar cuartillas por la ciudad en las que avisa a los padres del peligro de llevar a sus mujeres al médico. Entre alucinaciones y delirios es internado en un asilo del que no saldrá hasta 1865 tras una aparente mejoría.

En la que sería su última aparición pública, es conducido por su locura hasta una sala de disección de la Facultad. Ante el espanto de los alumnos toma un bisturí y desgarra el cadáver, escarba con sus dedos entre los tejidos; pero nadie se atreve a detenerle. Sin previo aviso utiliza el escalpelo para cortarse deliberadamente entre gritos y amenazas. Sangrando, consiguen desarmarle, pero ya era demasiado tarde para Semmelweis acababa de infectarse mortalmente. Todavía estará tres semanas luchando contra una enfermedad que conocía muy bien: fiebre, linfangitis, peritonitis, pleuresía, meningitis, y muerte. Fue 16 de agosto de 1865 y el hombre que dio su vida por las Madres tenía cuarenta y siete años.


Semmelweis y el lavado de manos

7 comentarios:

  1. Me ha encantado cosas tan simples como lavarse las manos, pueden ser la frontera entre la vida y la muerte y llama la atención la cegera de mente de sus compañeros.
    Mi tatarabuela era partera en un pueblo de la castilla profunda cuenta mi abuela que tenia fama de milagrera y según mi abuela lo único que hacia era antes de atender un parto lavarse bien las manos, lavar a la parturienta y mandar cambiar la ropa de la cama, algo parecido a lo que hacia este médico, si lo hubiera echo en la edad media seguro que la habian quemado.
    Quiero pensar que hoy en dia seremos un poco menos obtusos.
    Un saludo
    María

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  2. Por suerte hoy tenemos mejores mecanismos para que la evidencia sea escuchada y compartida. Lamentablemente todavía hay servicios sanitarios en los que prima el argumento de autoridad frente al método científico.

    Ojalá en los próximos años sigamos abriendo nuestros ojos a la ciencia.

    Muy curiosa la anécdota de esa tatarabuela tuya, habría sido interesante saber cómo llegó a la conclusión de la importancia del lavado, probablemente sería una deducción similar a la del Dr. Semmelweis

    Un saludo y gracias por tu visita

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  3. Un genio incomprendido, sin duda, lo cual no quita para que el Dr. Semmelweis estuviera, como dicen los francófonos "completement cinglé"

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  4. Hay que tener una mente abierta, menos ego, más humildad .... ¿qué pensarán dentro de 50 años de nuestra medicina? .... algunas de las cosas que se hacen tienen muy mala pinta .... ¿seríamos capaces de cuestionar nuestras "creencia" respecto a lo que suponemos que está "bien"? .... siempre me gustó el ejemplo que has puesto, os recuerdo que todas las "eminencias" de la época fueron "a por él" sin escrúpulos.

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  5. Sí, un aire chiflado seguramente tenía. Pero más razón que un santo también, es posible que la frustración profesional a la que lo sometieron tuviera parte de culpa en esa personalidad "peculiar" de la que hablas.

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  6. Juana, te vamos a nombrar "pepito grillo" oficial de la Sanidad ;) con todo el cariño!

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  7. ¡Calla!¡calla! que ya tenemos a Bonis, que no deja títere con cabeza, como se entere de mi "nombramiento" me "brea" en su blog jajajajajaja como "ser incordiante" no le llego ni a la suela de los zapatos jajajaja

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